Let us talk about meat/ Hablemos de la carne
(Español tras la foto)
Bait
For the last two weeks meat has been the main topic in the Spanish news. Everything started with a minister saying that the meat produced in megafarms in Spain is worse than the one produced in extensive cattle and that they pollute the water and soil. And from there, misinformation, industry lobbying, social media and a low political class did the rest. The minister was attacked for eroding the brand of the Spanish meat, news outlets cherry-picked from the actual interview to create even more controversy, politicians started visiting farms and butchers to have their timely photoshoot, and the main opposition party deleted hundreds of past tweets that actually agreed with the minister. The cascade of declarations, articles and accusations has not ended yet, and I can only think of how dangerous this is. Weak journalism and childish political debates are great ingredients to destroy an already debilitated democracy.
The silver lining is that we finally are talking about farming, how much meat we eat, what kind and how it is raised. Let me get this out of the way: no, I do not think going vegan is the solution. I respect people who prefer not to eat meat or any animal products for ethical reasons. I just do not think there is strong evidence to use an environmental argument for it. I also think that veganism alone is just another convenient way to feel good while deepening our problems in western societies: consumerism, individualism and lack of political and social engagement. A bit like using a fancy bamboo straw while cocacola produces 117 billion plastic bottles every year. However, I do think we should eat less meat and of higher quality. And for everybody being able to afford a steak of a grass-fed cow, we may need to start talking about the real cost of our food, including the societal (hidden) costs that junk food has in our health and ecological systems.
Unfortunately not much has been talked about the alternative to megafarms. The first example that comes to mind as extensive farming is transhumance, which has been practiced in Spain since immemorial times. In this model cattle travel hundreds of kilometres across the country looking for an eternal Spring through a network of north-south corridors called cañadas. Although it has been fading for decades, we are still reminded of their existence once a year when hundreds of sheep stop the traffic and flood Madrid. One of the cañadas passes through the city centre and they still hold the right to use it. There are however other more modern extensive farming practices being developed worldwide. I recently learned about regenerative farming in a course I did in Mexico, in which farmers from northern Mexico talked about how they are restoring hundreds of hectares of semi-arid grasslands by using holistic planned grazing. There are different techniques but they all have in common the use of livestock to regenerate ecosystems and produce high quality meat and dairy products. We have been sold the idea that agriculture and farming are incompatible with climate action, but regenerative practices proof that statement wrong, and they are a reality.
The minister words were received with heated opinions and letters signed by professional associations and university professors involved in farming. They made it sound like an attack on their professionalism. Meeting our climate action goals (and surviving in this planet) requires redesigning every single aspect of our lives. From the way we eat, the way we move or dwell to even the way we spend our holidays. Sooner or later the time will come to review the sectors each of us work on, and I think we should all be open to some respectful and meaningful analysis (beyond tweets and headlines). It is not that we are not doing our jobs properly, it is that our jobs and industries do not respond to the current and future needs and limitations of this planet. And it is our responsibility to accept that and change.
Take care, Jose
P.S. Thanks for reading and for responding. I have been able to translate and add your responses for a while but I will add a summary in my next newsletter and will restart posting them in every issue.
(Scroll up for English)
Carnaza
La carne ha sido el principal tema de conversación en las noticias españolas durante las dos últimas semanas. Todo comenzó con un ministro diciendo que la carne que se produce en macrogranjas en España es de peor calidad que la que se produce en ganadería extensiva, y que estas instalaciones contaminan el agua y el suelo. Y a partir de ahí, la desinformación, los poderes empresariales, las redes sociales y una clase política mediocre hicieron el resto. El ministro fue atacado por debilitar la marca de la carne española, los medios de comunicación usaron fragmentos de la entrevista para crear controversia, la clase política visitó granjas y carnicerías para tomarse la oportuna foto, y el principal partido de la oposición borró cientos de tuits del pasado que venían a decir lo mismo que el ministro. El sinfín de declaraciones, artículos y acusaciones cruzadas aún continúa, y sólo puedo pensar en qué peligroso es este momento. El periodismo poco riguroso y los debates políticos infantiles son ingredientes perfectos para destrozar una democracia ya de por sí debilitada.
Al menos se ha conseguido que finalmente se hable sobre ganadería, cuánta carne comemos, de qué tipo y cómo la producimos. Antes de nada, que quede claro que no creo que el veganismo sea la solución. Respeto a la gente que prefiere no comer carne o productos de origen animal por razones éticas. Sin embargo, no creo que haya una evidencia suficiente que apoye el argumento medioambiental del movimiento vegano. Además me parece que el veganismo, si no es acompañado de otras acciones, es sólo otro modo de sentirse bien sin atajar los principales problemas de nuestras sociedades occidentales: consumismo, individualismo y falta de participación en la vida social y política. Es similar a usar una pajita de bambú mientras cocacola produce 117 mil millones de botellas de plástico cada año. Aún así, creo que deberíamos comer menos carne y de mejor calidad. Y para que todo el mundo pueda permitirse un chuletón de ternera alimentada con pasto, nos va a tocar hablar del coste real de los alimentos, incluyendo los costes sociales (ocultos) que tiene la comida basura en nuestro sistema sanitario y el medioambiente.
Desafortunadamente no se ha hablado tanto de las alternativas a las macrogranjas. Uno de los ejemplos más significativos de la ganadería extensiva es la trashumancia, la cual se ha practicado en España desde tiempos inmemoriales. En este modelo el ganado recorre cientos de kilómetros a través del país en busca de una primavera eterna, siguiendo una red de caminos que conectan norte y sur llamados cañadas. Aunque ha ido desapareciendo paulatinamente, todavía tenemos evidencia de su existencia una vez al año cuando cientos de ovejas detienen el tráfico e inundan Madrid. Una de las cañadas pasa por el centro de la ciudad y la gente de la ganadería todavía mantienen el derecho a usarla. Pero también hay otras formas más modernas de agricultura extensiva que están siendo desarrolladas alrededor del mundo. Hace poco aprendí sobre ganadería regenerativa en un curso que hice en México, en el cual ganaderos del norte del país hablaban de cómo estaban restaurando cientos de hectáreas de terrenos semi-áridos gracias al manejo holístico del pastoreo. Hay diferentes variantes, pero todas tienen en común el uso del ganado para regenerar ecosistemas y producir carne y productos lácteos de alta calidad. Se nos ha vendido la idea de que la agricultura y la ganadería son incompatibles con la acción climática, pero las prácticas regenerativas prueban que la realidad es otra.
Las palabras del ministro han levantado opiniones muy agitadas, incluso cartas abiertas firmadas por profesionales del sector y profesorado de universidad. Parece que algunos sectores lo han tomado como un ataque a su profesionalidad. Para alcanzar nuestras metas de acción climática (y sobrevivir en este planeta) vamos a tener que rediseñar cada aspecto de nuestras vidas. Desde el modo en que comemos, nos movemos, habitamos, hasta incluso cómo pasamos nuestras vacaciones. Tarde o temprano le llegará el tiempo del debate a los sectores en los que cada una de nosotras trabajamos, y creo que deberíamos estar abiertas a un análisis respetuoso y constructivo (más allá de tuits y titulares). No es que no estemos haciendo nuestros trabajos bien, es que nuestros trabajos e industrias no responden a las necesidades y limitaciones actuales y futuras de nuestro planeta. Y es nuestra responsabilidad el aceptar este hecho y cambiar.
Hasta pronto,
Jose
P.S. Gracias por leer y por contestar. No he sido capaz de traducir y añadir vuestras respuestas en las últimas semanas pero añadiré un resumen en mi próximo boletín y volveré a incluirlas en cada texto.
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